
Pocas cosas son más placenteras que echar una buena siesta. Una costumbre «Marca España» pero de la que personajes como Albert Einstein o Winston Churchill fueron entusiastas cultivadores.
La palabra siesta tiene su origen en la hora sexta romana, que designaba la hora solar sexta, correspondiente a las 12 del mediodía con respecto al sol, o sea, alrededor de las 14 horas nuestras.
El término, ya más relacionado con lo que entendemos ahora, se remonta al siglo XI y proviene de una de las reglas de la orden monástica de San Benito: reposo y tranquilidad en la hora sexta. Según esta norma todos los religiosos debían acostarse en total silencio para descansar y retomar energías para el resto del día. Esta costumbre se extendió y comenzó a adoptarse en otros monasterios y también se la apropió la población no religiosa, que empezó a llamarla “siesta”.
Según un estudio aquellos que dormían la siesta por lo menos tres veces a la semana, tenían un 37% menos de riesgo de mortalidad por enfermedad coronaria